Opinión por Carlos Alvarez Flores
El actual gobierno presumió el 25 de octubre del 2023 que México es la economía número 11 del mundo. Como si ese número por sí solo, reflejara la salud y el bienestar de los mexicanos. He dedicado formalmente 34 años de mi vida al activismo ambiental y debo decir que desafortunadamente los mexicanos no vivimos en un ambiente sano, al que tenemos derecho, como lo exige el Artículo 4 constitucional. La gestión ambiental de nuestro país nace chueca desde la promulgación de nuestra Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente en marzo de 1988. Porque en ella se ignora y omite mencionar la salud de los mexicanos que diariamente se afecta por la contaminación química del suelo, el agua, el aire y los alimentos.
Debo mencionar la cifras que el INEGI nos reportó el 1 de diciembre de 2023, respecto de los costos totales de agotamiento y degradación ambiental de 2022: aunque ya le cambió de nombre a la contaminación atmosférica el actual gobierno “transformador” y la bautizó como “emisiones al aire”. Este rubro es el más alarmante (que a ningún gobernante de los 3 niveles de gobierno le importa) reportando la enorme cifra de 738,950.1 MDP (2.5 % del PIB). Esta cifra no nos reporta ni las enfermedades ni las decenas de miles de muertes prematuras de cáncer, leucemia, insuficiencia renal, autismo y que ahora ya sabemos también causan depresión y agresividad. Esta asesina contaminación atmosférica también nos genera asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), neumonía, hipoxia cerebral (falta de oxígeno en el cerebro. Intoxicación con monóxido de carbono-CO), Enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares, cardiopatía isquémica, hipertensión arterial, nacimientos prematuros que provocan inmadurez pulmonar, cerebral, sistema inmune debilitado y bajo peso además de complicaciones del intestino, de riñones, del tubo digestivo, en vasos sanguíneos de retina y parálisis cerebral. También causa trastornos del neurodesarrollo.
Por “degradación del suelo” (llámese contaminación química y pérdida de suelo) reportó 154,154.9 MDP (0.5 % del PIB), por la pésima gestión de los “residuos sólidos urbanos” 113,632.4 MDP (0.4 % del PIB) y por “aguas residuales no tratadas” reportó 62,298.8 MDP (0.2 % del PIB). Lo que nos lleva a una gigantesca cifra de 1.069 billones de pesos, solamente en 2022. Esto significa que cada sesenta minutos depredamos y contaminamos nuestro medio ambiente con costos totales de 122,300 pesos. Esta es la realidad de nuestro país. No tenemos nada que presumir.
La mejor muestra del subdesarrollo de nuestros gobernantes (además de su analfabetismo ambiental y climático) se comprueba al analizar los insignificantes presupuestos federales autorizados por los diputados para todo el sector ambiental de 70,245 MDP para 2024 y el minúsculo presupuesto de 44,370 MDP para el 2025. En contraste con los 3.28 billones de pesos para 2023, 2024, 2025 y 2026 equivalentes a 820,000 MDP/año que destinó Alemania para protección ambiental.